Cuando
nuestros hijos rondan los doce años comenzamos a observar algunos cambios en su
forma de relacionarse con nosotros. Les aburren las actividades que
planificamos, discuten con más vehemencia muchas de nuestras reglas y
propuestas, sus amigos se convierten en fuente de opinión rigurosa, la ropa que
se va a poner es un asunto de vital importancia y su humor fluctúa más que la
bolsa de Wall Street.
No
cabe duda, hemos comenzado a manejar hormonas. Las glándulas
suprarrenales están haciendo su trabajo y el eje que conecta hipotálamo,
hipófisis y gónadas está madurando. La cuestión es que los padres debemos
adaptarnos. La forma de relacionarnos con ellos (comunicación, normas, exigencias,
consejos, estímulos y planes) debe tener en cuenta los cambios psicológicos
de la pubertad. Examinemos los más importantes:
1. Irritabilidad
y cambios en el estado de ánimo.
Los cambios hormonales aumentan su
sensibilidad. Puede tener reacciones desproporcionadas antes cualquier
acontecimiento. A los padres nos
conviene evitar perder el control antes estas reacciones. Al mostrar firmeza y
calma, no solo somos un modelo de comportamiento sino que al mismo tiempo
evitamos cambios en nuestras reglas a causa de sus desmanes.
2. Necesidad
de reafirmar su identidad.
Necesita sacudirse la imagen de niño y
puede tener una tendencia a estar a la defensiva. Durante una década nuestro
hijo se enfrentará a una pregunta ¿Quién soy yo? Durante ese camino tendrá que
poner a prueba lo que ha recibido de sus padres, conocerse y conocer el mundo
que le rodea. A nosotros como padres, nos pone nerviosos que no acepte automáticamente
nuestra visión del mundo. En este ámbito debemos ser pacientes y perseverar sin
caer en la neurosis de cambiar nuestros principios y valores para que él no nos
retire el afecto.
3. Miedo
al rechazo de los compañeros.
Los amigos son imprescindibles. El chico
no puede soportar la idea de ser excluido del grupo. El grupo le proporciona
modelos y apoyo en los periodos de incertidumbre. Estar juntos y hablar de sus
cosas es la actividad preferida. Siente que ha de ser leal a su grupo a toda
costa, incluso aunque para ello deba desafiar a sus progenitores. Por eso, si utilizamos
el desprecio, el sarcasmo y la ironía para referirnos a esos amigos, crearemos
una barrera para el diálogo, una traba para la confianza y si le forzamos a
elegir, tal vez no nos guste el desenlace.
4. Imagen
inestable de sí mismo.
El niño comienza a sentirse mayor. Esto le
gusta, pero a veces le hace sentir menos protegido que cuando era más pequeño. Estas
vivencias contradictorias le confunden y puede tener reacciones infantiles que
desorienten a los padres. En estas situaciones, conviene escuchar y comprender
para ayudarle a aceptarse en esta
fase de transición.
5. El
despertar de los intereses sexuales.
Los cambios hormonales y corporales
despertarán en ellos la atracción romántica y sentimientos muy intensos de
enamoramiento. La dimensión sexual comienza a colorear todo el comportamiento
de nuestros chicos. Es necesario que los padres estemos cerca, a la escucha y
con los canales de comunicación abiertos para que nuestras conversaciones no solo
se refieran a recetas prácticas sino que podamos vincular la sexualidad al amor
y la responsabilidad. Pero si no estamos disponibles y no mantenemos
comunicación abierta, no podremos ofrecer una visión integral de esta nueva
dimensión.
6. Aumento
de la sensibilidad ante el fracaso.
La deseada autonomía les hace sentir
mayor responsabilidad en sus actos y decisiones. No soportan que los padres y
los profesores vean que se equivocan y, mucho menos, que pretendan corregirles
como cuando eran pequeños. Si constantemente resaltamos aquello que hacen mal
reforzaremos en ellos la actitud defensiva ante nuestras opiniones, consejos o
ideas.
Los cambios físicos, sociales y psicológicos que se producen en nuestros
hijos nos animan a pasar de un estilo más basado en las consecuencias (premios
y castigos) a otro más basado en el diálogo. Pero si antes, no hemos trabajado
las consecuencias y no estamos habituados o disponibles para el diálogo, ahora
nos enfrentaremos a un reto imponente. No obstante, si las cosas se complican
siempre es recomendable acudir a un profesional.