En
el trabajo con las familias he podido observar que muchos padres pueden conocer
muchas técnicas educativas. Saben que es lo que hay que hacer para recompensar
el buen comportamiento o que estrategias usar para castigar. Conocen
perfectamente que para poder hablar con un hijo primero hay que escuchar y
tienen claro que deben ser modelos de comportamiento. Sin embargo, aun sabiendo
la teoría acaban diciendo que las técnicas no
funcionan. Que son muy bonitas pero para un mundo perfecto que solo
existe en la cabeza de los psicólogos o personajes similares.
Es
fácil adivinar que cualquier técnica educativa debe ajustarse al contexto, al
ambiente, a la historia y a las características del niño y la familia. Pero además
hay otro elemento clave. Toda herramienta educativa está mediatizada por el autocontrol emocional de los padres, el estilo de comunicación y la unidad de criterio de los progenitores. Por eso, me
gusta animar a los padres a poner en práctica el método FSP.
Cuando
uno de nuestros hijos presenta un problema de conducta (no quiere comer,
presenta rabietas, no cumple el horario, nos habla con desdén…) tendremos que
poner en práctica tres competencias clave: la Firmeza, la Serenidad y la Persistencia.
Firmes:
implica decidir una norma, un camino, un principio o valor que deseo enseñar y
no ceder, ni dar marcha atrás. Si hemos dicho que debes venir a las diez y unas
veces te castigo por llegar a las 10:15 mientras que otras me enfado mucho pero
no te castigo; si hemos quedado en que debes comerte lo que se pone en el plato
y unas veces negocio, otras te lo guardo para la tarde y otras se lo come el
hermano; si hemos decidido que no conseguirás nada con una rabieta, y unas
veces cumplo mi aviso pero otras cedo por las visitas o el público del
supermercado; entonces soy un faro móvil.
El faro, fijo en la costa, orienta en la noche a los barcos que no tienen
referencias. Un faro que cambia de posición constantemente es un peligro. A los
padres nos toca ser los faros. Los hijos decidirán si nos toman como referencia
o no. Se estrellarán o no. Pero no podemos estar cambiando de posición según el
viento emocional que nos arrastre.
Serenos:
supone mantener el control sobre nuestras emociones, nuestras palabras y
nuestros actos. Cuando perdemos los nervios y descargamos una tormenta
emocional sobre nuestros hijos, lo hacemos porque nuestro hijo ha frustrado
algunas de nuestras ideas o necesidades. Tenemos una idea de cómo tiene que ser
mi familia, cómo debo ser como padre, cómo tiene que ser mi descanso, cómo me
tienen que hablar mis hijos, cómo tiene que funcionar la casa. Cuando alguno de
mis hijos frustra esa idea o necesidad salta el resorte del resentimiento y la
ira. Los fuegos artificiales dan comienzo. Mi hijo lo ha
encendido pero yo tenía los cohetes. El problema es que nuestro temperamento nos
mete en problemas y nuestro orgullo nos deja allí encerrados. Es difícil ser
modelo, enseñar templanza, respeto, o habilidades de comunicación si no estamos
decididos a trabajar nuestra serenidad. No hablo de alcanzar el “nirvana”, más
bien propongo trabajar para que el control de nuestra conducta lo tomen
nuestros principios, no nuestras emociones.
Persistentes.
Esto es perseverar. El error es intentarlo solamente durante un tiempo. Cada vez
que intentamos poner en práctica una acción, una medida o una estrategia esto
supone cambios. Ante los cambios siempre hay resistencias. Si deseamos, por
ejemplo, ayudar a nuestro hijo a que tenga un control horario del móvil, nos
encontraremos un montón de inconvenientes, discusiones y dificultades. Unas veces
lo conseguiremos medio bien, otras medio mal y otras rematadamente fatal. No
importa. Mañana empezaremos de nuevo. Porque el peor servicio que podemos hacer
a nuestro hijo es abandonar, porque aprenderá a sabotear nuestras decisiones, porque lejos de aplacar el problema nos
propondrá un nuevo reto (por ejemplo, el saldo que consume el móvil), porque
dejaremos de trabajar su voluntad aun a sabiendas de que las personas con
voluntad llegan más lejos que las personas inteligentes. Quédate tranquilo, en
la educación casi nunca se consigue bingo. Es muy raro alcanzar el
100% de nuestros objetivos. Por eso, persiste, persevera en el camino que has
elegido.
Estas
son las claves del método FSP para conseguir que cualquier decisión, técnica o
medida que deseemos llevar a cabo con nuestros hijos, verdaderamente les pueda
ayudar. Por eso os animo a trabajar Firmes, Serenos y Persistentes.