Contigo no se puede hablar. Con esa
sentencia se cierra, muchas veces, una controversia con nuestro hijo
adolescente. Hemos tratado de aclararle algún aspecto que debe mejorar o hemos
querido negociar algún plan y no hemos sintonizado. Más bien hemos chocado. Rápidamente
nos hemos puesto a la defensiva, casi sin querer hemos dudado de las
intenciones del otro, hemos comenzado a recordar facturas pendientes y tal vez hemos
sugerido algunas amenazas. Esto es
un síntoma de que la comunicación se ha viciado. El problema es que
el canal de comunicación está apagado o fuera de cobertura. Por eso, muchos
padres pasan directamente a medidas coactivas o pasan olímpicamente del chico.
Cuando los padres experimentan
este bloqueo en la comunicación con sus hijos, se sienten muy frustrados y desanimados.
Nos gustaría poder decirle que estamos de su parte, que deseamos mejorar la
relación, que hemos pasado por ahí pero el canal está roto. El mensaje no
llega. Nuestro interlocutor
no se fía de nosotros.
No se fía por varios motivos. Lógicamente
su inmadurez le impide descentrarse de sí mismo pero además hemos de tener en
cuenta que, a lo largo de nuestra historia con él, hemos podido cometer errores
que alimentan su relato de víctima: insultos, voces, sarcasmo, burlas, desdén…
Si deseamos reabrir el canal de
comunicación nuevamente para influir en sus valores, en su búsqueda de la identidad,
en sus dudas o en su visión de mundo, necesitamos cambiar nuestra forma de
actuar. He aquí algunas pautas que Stephen R. Covey nos brinda en su libro “Los 7
hábitos de las familias altamente efectivas”:
1.- El temperamento nos mete en problemas y el orgullo nos
deja allí encerrados. Es necesario superar el resentimiento o la
indignación que nos genera el comportamiento irracional de nuestro hijo para
evitar conducirnos por la ira. Percibirle como débil o inmaduro (en lugar de
fresco o caradura) nos ayudará a practicar el perdón que necesitamos para ser
los dueños de la situación.
2.- Trata primero de comprender antes de ser comprendido.
Empatizar con el chico no significa ceder, sino más bien tratar de comprender
cuáles son las necesidades, dudas, miedos y anhelos que se esconden detrás de
todas esas reacciones. Solo así podremos usar su lenguaje. La necesidad más
grande del mundo es ser comprendido. La comprensión reafirma, valida, reconoce
y aprecia el valor intrínseco del otro.
3.- Escucha de verdad. Cuando alguien nos
habla, normalmente estamos preparando ya nuestra respuesta. De esa manera
evaluamos, aconsejamos, probamos o interpretamos desde nuestro punto de vista. Pero
eso no es una respuesta comprensiva. Escuchar de verdad significa entrar en su marco de referencia, intentar
ver el mundo desde su perspectiva y frenar nuestra tendencia a sacar la
metralleta de aconsejar.
a.- ¿Le voy a ayudar o es para
satisfacer mi necesidad de enderezarle?
b.- Descubre lo que es importante
para él y cómo le ayudarás a lograr sus metas.
c.- Diferencia entre la persona y
la conducta. Es más útil centrarse en un comportamiento específico (“nos has
hecho tu cama”) que se puede cambiar que señalar un defecto de la personalidad
(“eres un vago”) con el que etiquetamos al otro y lo invitamos a defenderse .
d.- Sé especialmente delicado con
sus “puntos ciegos”. Son aquellas debilidades que la persona no percibe ni
reconoce.
e.- Usa mensajes tipo Yo. Son mensajes más horizontales. Más fáciles de
aceptar. “Así es como lo veo”. “Mi preocupación es”. “Así lo siento yo”. En lugar
de mensajes TU: “Eres muy complicado”. “Es
que no causas más que problemas”. “Contigo no se puede hablar”