La
comunicación en la pareja es un tema apasionante. En las próximas entradas me
gustaría hablar sobre los principales errores psicológicos que la dificultan.
En primer lugar hablaremos de la indiferencia.
La
indiferencia es la actitud por la que se valora al otro como neutro. Ni bueno
ni malo. Es el estilo de “pasar del otro”. Se explica cómo independencia, como
libertad o autonomía. “Yo le respeto y no me meto en sus cosas”. Él la ve
sobrecargada y no le ayuda. Ella intuye que él tiene un problema en el trabajo
pero no quiere que traiga los problemas a casa. Muchas veces uno quiere
comunicar al otro los sucesos que llenaron el día pero se encuentra que el otro
no está disponible. A veces por inadvertencia, otras por falta de interés.
La
actitud de indiferencia anula los valores
que muestra el otro. El mensaje que se le envía es contundente. No tienes
nada que merezca la pena enfadarme o entusiasmarme. Con la indiferencia dejamos
de prestarle atención al otro. Bien porque lo hemos vaciado de valor o
significado o porque estamos muy centrados en nosotros mismos.
Las causas del pasotismo del cónyuge pueden ser varias. Por lado puede ser una vía
para reprimir los sentimientos de atracción o repulsión que sentimos hacia el
otro. Nos comportamos simuladamente. También es posible que no se conozca bien al otro. No se da valor a lo que no se
conoce. Además por la rutina, las distracciones o por la falta de cuidado de la
relación acabamos desatendiendo al cónyuge.
Por
otro lado, la indiferencia simulada tiene su recompensa en el cabreo del cónyuge.
De esta manera entramos en un ciclo de acción –
reacción. Pepe pasa Pepa. Pepa se enfada. Pepe, al ver el enfado,
confirma su posición de que Pepa no merece la pena y se esfuerza en pasar de
ella. Pepa confirma su teoría de que debe hacer su vida, centrarse en sus
cosas, debe preocuparse de si misma. El desenlace es incierto.
Comienza
a generarse una distancia que
aliña malos entendidos y caldea la falta de lealtad. Con ello ya tenemos preparado el sofrito
de la infidelidad. Solo hace falta que añadamos
algunos problemas (salud, economía…) que alimenten pequeñas injusticias y
resentimientos, algunos malos consejos por parte del entorno y, por último, un
tercero (el perejil de todas las salsas) que aparece en la escena de manera
comprensiva, atractiva y oportuna. La crisis
está en su punto.
Por
eso necesario aprender a tener una mirada amplia de la jugada sin cerrarse en el
regate corto, crear espacios y tiempos en nuestras
agendas para cuidar el matrimonio, trabajar la forma en que nos comunicamos y reflexionar sobre
aquello en lo que estamos invirtiendo nuestra atención, energía y entusiasmo.
Adaptado de CÓMO MEJORAR LA COMUNICACIÓN CONYUGAL (Aquilino Polaino)