jueves, 2 de febrero de 2017

LA INDIFERENCIA EN LA PAREJA

La comunicación en la pareja es un tema apasionante. En las próximas entradas me gustaría hablar sobre los principales errores psicológicos que la dificultan. En primer lugar hablaremos de la indiferencia.

La indiferencia es la actitud por la que se valora al otro como neutro. Ni bueno ni malo. Es el estilo de “pasar del otro”.  Se explica cómo independencia, como libertad o autonomía. “Yo le respeto y no me meto en sus cosas”. Él la ve sobrecargada y no le ayuda. Ella intuye que él tiene un problema en el trabajo pero no quiere que traiga los problemas a casa. Muchas veces uno quiere comunicar al otro los sucesos que llenaron el día pero se encuentra que el otro no está disponible. A veces por inadvertencia, otras por falta de  interés.

La actitud de indiferencia anula los valores que muestra el otro. El mensaje que se le envía es contundente. No tienes nada que merezca la pena enfadarme o entusiasmarme. Con la indiferencia dejamos de prestarle atención al otro. Bien porque lo hemos vaciado de valor o significado o porque estamos muy centrados en nosotros mismos.

Las causas del pasotismo del cónyuge  pueden ser varias. Por lado puede ser una vía para reprimir los sentimientos de atracción o repulsión que sentimos hacia el otro. Nos comportamos simuladamente. También es posible que no se conozca  bien al otro. No se da valor a lo que no se conoce. Además por la rutina, las distracciones o por la falta de cuidado de la relación acabamos desatendiendo al cónyuge.

Por otro lado, la indiferencia simulada tiene su recompensa en el cabreo del cónyuge. De esta manera entramos en un ciclo de acción – reacción. Pepe pasa Pepa. Pepa se enfada. Pepe, al ver el enfado, confirma su posición de que Pepa no merece la pena y se esfuerza en pasar de ella. Pepa confirma su teoría de que debe hacer su vida, centrarse en sus cosas, debe preocuparse de si misma. El desenlace es incierto.

Comienza a generarse una distancia que aliña malos entendidos y caldea la falta de lealtad. Con ello ya tenemos preparado el sofrito de  la infidelidad. Solo hace falta que añadamos algunos problemas (salud, economía…) que alimenten pequeñas injusticias y resentimientos, algunos malos consejos por parte del entorno y, por último, un tercero (el perejil de todas las salsas) que aparece en la escena de manera comprensiva, atractiva y oportuna.  La crisis está en su punto.

Por eso necesario  aprender a tener una mirada amplia de la jugada sin cerrarse en el regate corto, crear espacios y tiempos en nuestras agendas para cuidar el matrimonio, trabajar la forma en que nos comunicamos y reflexionar sobre aquello en lo que estamos invirtiendo nuestra atención, energía y entusiasmo.


Adaptado de CÓMO MEJORAR LA COMUNICACIÓN CONYUGAL (Aquilino Polaino)