viernes, 10 de marzo de 2017

LA DEPENDENCIA EN LA PAREJA

El ser humano es un ser social. La identidad personal está tejida de diversas relaciones personales de interdependencia. Nadie ha venido al mundo como superman, en un meteorito. Más bien ha crecido en una familia. En ella ha aprendido a hablar, a andar, a pensar, a relacionarse, etc. Por eso es lógico que cada uno de nosotros establezca una relación de interdependencia con los nuestros. No obstante, es frecuente observar que un error grave en la comunicación conyugal es la dependencia. En este campo, hay diversos tipos de dependencia.
Un cónyuge afectivamente dependiente es aquel que necesita recibir y ser objeto de  manifestaciones de afecto constantemente. Necesitan ser aprobados y reconocidos continuamente. Son capaces de ceder en todo con tal de ganar el afecto del otro. No son libres en su relación. Él otro puede pensar que es maravilloso que sintonicen en todos los aspectos pero ciertamente no hay una adhesión libre  de intimidades.

Por otro lado, puede haber una dependencia cognitiva. El esposo o la esposa no resuelve nada, no decide nada, no opina nada. Lo tiene que hacer el otro. Esto supone un empobrecimiento intelectual de cada esposo y de los hijos que crecen en un ambiente poco estimulante.


El cónyuge dependiente se sitúa siempre en un plano de inferioridad para dirigirse al otro. Difícilmente le contradice, le corrige o expresa sus opiniones. Esta relación claramente empobrece a ambos. El primero jamás se expresa con verdad, tiene una pobre autoestima y un perspectiva muy limitada de sus deseos y sus preferencias. El segundo no crece, se acomoda en una posición en la que el otro no le habla de tú a tú. Esto crea una insatisfacción y una frustración interior que puede hacer que la relación dure mucho pero sin contenido, sin fundamento, vana.

Cuando se establecen relaciones de dependencia es necesario aclara que lo que el hombre o la mujer necesitan no es un hijo o una hija, ni un padre o madre. Necesita que el otro sea un verdadero esposo o esposa. En estos casos, es necesario aprender a expresarse, a tomar decisiones, a soportar la ansiedad que supone que el otro esté enfadado conmigo, a reconstruir el propio autoconcepto y descubrir que para saber querer bien al otro hace falta saber discutir, corregirse y estimularse mutuamente.