martes, 4 de octubre de 2016

Mi hijo no me escucha ni me obedece.

Hoy día es frecuente encontrar esta queja en muchas familias. La conflictividad familiar está creciendo pero ahora no nos vamos a detener en analizar cuáles son las causas. Lo cierto es que muchas casas se llenan de voces, amenazas, portazos y sensación de frustración cuando los hijos no siguen las consignas de los padres. La relación entre padres e hijos se deteriora, se pone a prueba la propia pareja, se resquebraja la autoestima de los padres y el rendimiento escolar del hijo comienza a bajar.

Por eso merece la pena tener en cuenta algunos principios básicos que nos orienten para afrontar la desobediencia de nuestros hijos.

1º.- Padre y madre deben apoyarse incondicionalmente. Si los progenitores se desautorizan mutuamente, el niño, que quiere escapar de una responsabilidad, podrá encontrar un aliado en uno de sus padres.

2º.- Ser ejemplo en aquello que ordenamos. Si los padres piden que traten con respeto a los demás o que colaboren en casa  mientras que ellos descuidan estos aspectos, sus peticiones perderán fuerza moral y quedarán desautorizados.

3º.- Evitar discusiones interminables. Una vez que se ha dado la explicación pertinente, es preferible mostrarse firme antes que discutir y discutir hasta que el niño acepte la tarea que se le pide.

4º.- Seamos coherentes. Es más fácil cumplir normas fijas y previsibles. Aunque dentro de cierta flexibilidad que nos permita alguna excepción, es muy útil que las normas se conviertan en costumbres.

5º.- Si  recurrimos al castigo, éste debe ser realista (que se pueda llevar a cabo), proporcionado (ajustado al comportamiento), educativo (que restituya el daño causado) y que se cumpla. De nada sirve un rosario de amenazas que no se cumplen o imponer castigos que acaban por desvanecerse (“vas a estar todo el mes sin ver la tele”).

6º.- Hablar con claridad sin hacer descalificaciones o generalizaciones. Es frecuente chillarle: “eres un desordenado, has dejado el cuarto hecho un asco”. Este mensaje deteriora el concepto que tiene de sí mismo e introduce el catastrofismo en la conversación. Es mejor centrarse en el comportamiento, en las consecuencias del mismo y en lo que le pedimos que haga. Sería mejor: “Has dejado la ropa, los zapatos y los libros desordenados en tu cuarto. Así vas a arrugar la ropa, alguien va a tropezar o vas a perder algo. Ve y coloca cada cosa en su sitio”.

7º.- Dar una orden tiene su truco. Antes de dar la orden debemos asegurarnos de que nos escucha. Esperaremos a captar su atención para hacer la petición. Después daremos la orden (breve, concreta y  solo una) y cuando la obedezca, le recompensaremos con un elogio, con nuestro agradecimiento, con una caricia o un pequeño comentario.

En muchas ocasiones, me gusta hacer una reflexión con los padres que se enfrentan a problemas de este tipo: “¿Cuánto vale tu palabra?”. Si le has pedido que haga algo y no lo hace ¿qué pasa después? Si le has amenazado con un castigo ¿qué pensará tu hijo si no lo cumples? Si cambias las normas de casa según te convenga ¿qué expectativas tiene tu hijo sobre ti? La palabra de los padres debe cumplirse, debemos ser firmes aunque suponga cierta conflictividad al principio. Las normas  y las pautas de una autoridad como los padres son un factor que ayuda a construir la personalidad de nuestros hijos.

Espero que os hayan gustado estas pequeñas pautas.